19 de abril de 2008

El ascensor

El ascensor tardó mucho menos de lo habitual en llegar a su piso. Solo unos pasos más y estaría al fin en casa tras un largo y agotador día de trabajo. La puerta se abrió a su paso, apenas cruzo el umbral sintió el acogedor placer del hogar. Una luz tenue iluminaba el salón mientras que de la cocina llegaba el olor de la cena recién preparada. Solo el persistente ruido del agua caliente llenando la bañera perturbaba el melódico jazz que sonaba para su deleite. Todo estaba preparado para su llegada y sin embargo hoy tampoco había nadie esperándolo.

Tras la ducha y la cena el mundo parecía un poco más amable. Las luces de los edificios y calles discurrían ante su vista hasta perderse en una nube borrosa que brillaba impotente por iluminar un horizonte inalcanzable. Se quedó un par de minutos embebido con aquella visión, luego se dejo caer en el sofá. Mecánicamente agarró el mando y apunto sin convicción hacia la ventana. El paisaje desapareció y dio paso a las imágenes del informativo local. Miro distraído los entusiastas comentarios de la presentadora sobre los preparativos para el celebración del centenario de la Unión. Zapeó una decena de canales hasta llegar a uno de deportes y para su desesperación pudo comprobar que acababa de finalizar el partido de su equipo con una abultada derrota en casa. Siguió su búsqueda pasando rápidamente por un par de documentales sobre un zoo de clones de especies protegidas y otro histórico sobre la llegada del primer hombre a Marte. Optó por saltarse los canales infantiles e ir directamente a los de acción, el ruido de las explosión le hizo venir a la cabeza las sentidas afirmaciones de su sobrino sobre la indispensabilidad de tener un buen odorama para disfrutar como es debido del olor a pólvora de los viejos westerns. No pudo más que dejar escapar una sonrisa imaginando el placer de descubrir la mezcla de aromas a establo y whisky, aunque probablemente en el piso de su sobrino apenas sería identificable.

Se despertó sobresaltado, aún con los últimos diálogos de la película pululando por su cabeza y con la desagradable sensación de que una parte del sofá había quedado adherido a su mejilla. La alarma resonaba atronadoramente en la habitación mientras que por la ventana se asomaban ya las copas de los árboles. Se enfundo el traje y se calzó las botas antes de dirigirse a la cocina con la esperanza de tomarse un café. No bien hubo terminado la puerta se abrió al son de la bocina del camión de la empresa. Tuvo que correr para alcanzar el fin de la fila de sus compañeros. Detrás de él las puertas se cerraron. Un nuevo día en la mina acababa de comenzar.



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